CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANOCENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO

CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. EL MOSQUITO Y YO. (Consecuencias de la carta a Dios) .POR MANUEL CUBERO.

Este cuaderno es simplemente eso:un cuaderno en el que, a través de fotografías y textos propios, intento volcar algo de ese mundo de sueños que se mueven dentro de mí.MANUEL CUBERO

EL MOSQUITO Y YO. (Consecuencias de la carta a Dios) .POR MANUEL CUBERO.
EL MOSQUITO Y YO
Te pillé, amiguito. No me preguntes por qué, pero sabía que estabas a punto de llegar. No te preocupes, tranquilo. No te voy a atacar. Ni siquiera con un insecticida. Vaya, que estoy dispuesto a pedirte perdón. Además, por lo que me contó tu ángel de la guarda, ya pagaste tu pecado. Las pasaste canutas, ¿eh?

Verás, lo de la carta a Dios sugiriéndole la idea de volver a repetir contigo lo que hizo con los dinosaurios fue un pronto. Compréndelo. Me tiro toda la noche durmiendo, sin molestar a nadie y ale, te plantas en mi cuello, te pones hasta la corcha de mi sangre y, al amanecer, me dejas una roncha de dos centímetros de diámetro y una manchita de recuerdo en la camiseta. No querrás que, encima, le dé gracias a Dios por haberte creado.

No lo pensé bien, lo reconozco. Cuando, en sueños, vino tu ángel de la guarda y me lo explicó todo, lo entendí. Bastantes enemigos tienes ya como para que yo me convierta en uno más. Y lo más gracioso, según me contó tu ángel guardián, es la clase de gente que saló a defenderte cuando se enteró de la carta. Liaron la que no está en los escritos. Sobre todo, las golondrinas. -Encima de que te quitamos los clavos de las cruz, lo que faltaba ahora es que tu padre nos dejara sin comida –así se lo soltó una golondrina, vecina mía, a Jesús.

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Fue la que te atacó nada más salir huyendo de mi habitación. La recuerdas, ¿no? Te escapaste de milagro. Te vio tan rellenito y pesado que ya se relamía imaginándote en su estómago. Tu mismo peso te ayudó. Con el miedo dejaste de aletear y caíste en picado hacia el suelo. Eso, gracias a la gravedad, otro invento de Dios para que las cosas no vuelen en el aire sin ton ni son.

Bueno, sigamos con lo tuyo. Murciélagos, ranas, libélulas y algún que otro pez se unieron a las golondrinas. Vaya que te salieron defensores desde todo el mundo animal. Tanto es así que por boca de tu ángel de la guarda supe de la existencia del gambusino, un pez que te la tiene jurada por lo visto, fue uno de los más protestones.

-Me sacan a la fuerza de mis ríos de siempre para que acabe con los mosquitos y ahora va a venir Dios a cargárselos de un tirón. Para eso, haberme dejado en mi tierra, leñe –rezongó el gambusino jefe.

...

¡Quieto ahí! ¡Ya vale! ¿No, mosquito? Eso, ahora te ríes de mí. Vienes derechito hacia mi cara con las intenciones del beri, y justo cuando te iba a sacudir, zas, una voltereta, te quitas de en medio y me zampo un guantazo que ni el de mi madre el día que rompí el jarrón de un pelotazo.

Te revuelcas de risa y, encima, mi carta a Dios va derechita a la papelera. Pues ¿sabes qué te digo? Que con amigos como los tuyos no necesitas enemigos. Ya está bien, que me tienes hasta el gorro. ¡Y no me zumbes más al oído! ¡Vete de aquí o agarro el insecticida!

...

Manuel Cubero.